Catalunya

Carta abierta a Felipe VI

Majestad, me presento: Soy andaluz, de Jaén. Ciudadano español. Sin adscripción política. Profesional liberal. Abogado. Viví 30 años en Catalunya. Me auto-exilié a mis orígenes, Andalucía, ante la deriva asfixiante del catalanismo-independentismo que todo lo impregna en Catalunya. Tierra de gentes nobles y sensatas, en su inmensa mayoría social. La élite dirigente y su aparato de propaganda llevan un rumbo egoísta y equivocado. Y lo triste es que persisten tercos y ciegos a la realidad de sus propios sueños. Allí dejé familia, amigos entrañables y grandes vivencias y recuerdos. Ellos no me olvidan, ni yo a ellos. Tan fuerte es el vínculo afectivo que me visitan, en Andalucía, para regocijo y emotividad mía.

Le escuché atentamente en su primer mensaje de Navidad a todos los españoles el 24 de diciembre de 2014, Nochebuena en todos los hogares. Me sentí orgulloso de usted.  Pensé: ¡algo ha cambiado! La Corona se acerca a la realidad social y a los ciudadanos. No oculto que me emocioné con sus palabras. Como protegido por alguien superior en este caos sentimental y territorial. Creo que usted es el elegido para dirigir el destino de nuestra patria diversa. Con temple, sensatez, comprensivo de la diversidad de nuestra patria y firme ante la unidad de todos los españoles. Le felicito. Pocos me emocionan. Y menos estos políticos aburridos alejados de la realidad social.

Me fui a la cama sosegado, creyendo que usted, Majestad, que velará por el bienestar de España, su unidad en la diversidad, pero dentro del marco de convivencia que se dieron nuestros padres con la Constitución del 78. Resista el envite de aventureros egoístas que propalan futuros imposibles. «Viajes a Itaca». Como incendian la propaganda independentista. Usted, don Felipe, tiene las ideas claras. Unidos, nos dice, nos hacemos fuertes ante la competitividad de un mundo global. Y tiene razón. Hay que mirar hacia el futuro. Y eso me motivó, y le seguiré.

Disculpe si mis extensas lecturas traen ahora a colación el plan de estudios de su padre, nuestro querido y admirado Rey, ahora emérito, Juan Carlos I de España, cuando se le impuso en su formación la lectura de los episodios nacionales de Pérez Galdós, para que conociera el turbulento siglo XIX, y así conocer al español y sus debilidades. A los 15 años los leí con fruición. Y entendí, y sigo entendiendo ahora. Mi hermanita menor me pedía consejos de lectura y de los episodios nacionales se empapó y se ilustró. Hoy, ya mayor, me lo recuerda y le da perspectiva.

Sé y lo deduzco: usted ya está a años luz de esa realidad pasada que conoce y me alegra su proyección de futuro. Ahí comparto con usted su discurso. Y su tono de voz y sus gestos firmes de creencia férrea en sus palabras. Afloran sinceras de sus gestos y su tono de voz conciliador. Pero firme, sin olvidar las bases constitucionales de nuestro sistema democrático y de convivencia, que respeta sin ninguna duda, aunque le detecto contenido. Sabe otear instintivamente las dificultades y las atraviesa con serenidad y firmeza, buscando la solución certera. Creo atisbar su objetivo: el bien general y la unidad dentro de la diversidad de España.

No quiere avivar el fuego de la confrontación y la ruptura. Le felicito. Esa es la salida. Los catalanes en general, con su diversidad y cultura propias, que respeto y admiro, son gente, repito, noble y sensata (“seny”) y por esa senda constitucional por usted marcada con su discurso institucional, sin salirse del marco constitucional, pero sin renunciar a actualizarlo. Eso sí, sin aventuras temerarias, será posible el encaje de todos los pueblos de España en un proyecto común que nos hará fuertes y competitivos en el mundo global. Ese es el reto de España. Y a ese reto futuro deben emplearse, para concienciar, recursos institucionales para todos los españoles, catalanes, vascos, gallegos, andaluces y el resto de españoles de nuestra España diversa, plural y unida.

Mis mejores deseos para su reinado.

Un ciudadano de Jaén.

España es un inmenso hotel de los líos

el-hotelUn día el escritor y periodista barcelonés Goyo Martínez escribió: «pienso, luego existo o existo, luego pienso. O digo lo que pienso o pienso lo que digo antes de decir lo he pensado por si acaso donde dije digo, digo Diego, o Diego no era más que un fantasma que aturde mi existencia, luego no pienso». Era un canto maldito a la confusión que muchas veces, más de las debidas, domina al hombre. Y cuando detecta poder, aún más.

Y en ese teatro de la confusión nos encontramos: no acostumbro a decir diego donde dije digo. Suelo pensar lo que digo y suelo decir lo que siento. Y suelo pensar cómo lo digo, aunque no lo diga como lo siento,  y  hay veces, quizás más de las debidas, que no digo lo que pienso.

¿Quién puede entenderlo? Y lo digo a propósito de la querella criminal anunciada por el Fiscal General del Estado contra Artur Mas por el proceso del 9-N. ¡Mal y tarde! La confusión, unas veces por omisión y otras por intención, se ha enquistado en los ámbitos de poder del Estado de tal manera que solo una profunda y amplia regeneración – si se quiere, una revolución-, puede solucionarla.

Políticos que hacen de fiscales; fiscales que hacen de jueces; jueces que hacen de políticos y, al tiempo de fiscales; fiscales que hace de políticos e intentan hacer de jueces; políticos que anuncian las intenciones de la Fiscalía, y que proclaman a bombo y plantillo la independencia del ministerio público y se llenan la boca de la división de poderes. Jueces que, por hacer su trabajo, son inhabitados y otros que no lo son, hablan por los codos, mediante sus resoluciones cuando no les pertoca.

Y, mientras, la casa por barrer. Cada cosa en su sitio. Hay un tiempo y un lugar para legislar, otro para la político y un tercero para la Justicia. El recurso a judicialización de todo lo civil y político debería ser la última ratio. Pero, en este país grouchoniano (con todos mis respetos al gran genio de Groucho Marx), judicializamos la política, politizamos la justicia y la sociedad, entretanto, huérfana.

Quizá sea hora de evocar a Montesquieu (y ya hace tres siglos de ello), a quien se le atribuye propiamente enunciar a mediados del siglo XVIII la teoría de la división de poderes en su obra “El Espíritu de Las Leyes”, y cuya esencia ha perdurado – o se ha perdido- durante los siglos siguientes. Para Montesquieu el valor político supremo era la libertad y el mayor enemigo de ésta el poder, ya que todo poder tiende por su propia naturaleza a su abuso. Razón no le faltaba.

Como el asunto es grouchoniano, concluiré sentenciando que «el hombre partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria«. Y, en este país, uno ya no sabe si quien gobierna «piensa, luego existe o existe, luego piensa. O dice lo que piensa o piensa lo que dice antes de decir lo ha pensado por si acaso donde dijo digo, quería decir Diego, o Diego no era más que un fantasma que aturdía su existencia, luego no pensaba».

 

Me repugnan las respuestas de manual (o cuando la Justicia es una puta de unos cuantos)

Sinceramente, me molestan y me repugnan las llamadas respuestas de manual. Existe una queja generalizada, profesional y social, sobre la injerencia de la política en el poder judicial. Y las respuestas siguen siendo de manual.

La sociedad española atraviesa por una situación de máxima alarma ante las continuas noticias sobre casos de corrupción política que nos sobresaltan en los últimos tiempos. Hace unos días, las asociaciones de Jueces y Fiscales, que no pueden permanecer ajenas a esta grave situación, decidieron, por fin, emitir un comunicado conjunto, apelando a la lealtad institucional y sentido del deber y responsabilidad constitucional de los poderes públicos para, de una vez por todas, atajar esta situación.

Era necesario ese pronunciamiento frente a los continuos episodios de corrupción política que han visto la luz en los últimos tiempos y que socavan la confianza de los ciudadanos en nuestro sistema democrático y generan un evidente riesgo de colapso de nuestro Estado de Derecho.

El primer punto del comunicado firmado por Jueces para la Democracia, el Foro Judicial Independiente, la Unión Progresista de Fiscales y la Asociación profesional independiente de Fiscales, rezaba así: «evitar inaceptables injerencias del poder político en la elección de los integrantes del órgano del Poder Judicial». La reclamación no es nueva. Pero, sin embargo, parece, como es costumbre, caer en saco roto. Como si clamáramos en el desierto.

Ante los últimos escándalos de corrupción política y económica, las respuestas siguen siendo de manual y, con ello, los actores políticos se dan por satisfechos. Les preguntan por el escándalo de «caso Nóos», por la «trama Púnica», por el caso Gurtel… y por una infinidad de causas más y las respuestas suelen ser las mismas: «máximo respeto por la independencia judicial»: «El Gobierno no comenta las decisiones judiciales…»; «dejemos que trabajen los jueces y tribunales»…

El problema es que, por detrás, ¿quién nombra y maneja a esos jueces y tribunales? y quién supervisa sus actuaciones en tanto que garante de la acusación pública:el fiscal. Y ¿quién nombra a ese fiscal? El resultado final es: ¿qué fue de la supuesta independencia judicial?.

Por eso, cabe hacerse ciertas preguntas:  ¿a quién se le ocurrió dibujar a la justicia ciega sosteniendo una balanza a la que le falla la medida y la precisión? ¿O es cierto que la justicia es ciega pero ve en la oscuridad y también es tonta, sorda, lenta, está afiliada a un partido político, tiene creencias religiosas, sólo entiende de dinero, únicamente la comprende quien la dicta, e incluso es un poco puta?.

 

¿ Quién ha dicho que la infanta Cristina se sentará en el banquillo de los acusados?

SEGUNDO ARTÍCULO PREMONITORIO (Ver el primer artículo premonitorio)

Hace unos días escribí que han transcurrido ocho años desde el primer indicio del caso Nóos y aún hoy en día es incierto el día en que la causa llegará a juicio. Hace unos días, vaticiné que se había abierto el camino para la exculpación de la hermana del Rey, a propósito del incidente de recusación de dos de los tres magistrados de la Audiencia de Palma de Mallorca que, en mayo de 2013, dictaron un auto que suspendió la imputación de doña Cristina de Borbón. Y, hoy vuelvo a escribir para decir que el futuro procesal de la Infanta sigue siendo incierto, pues los caminos para su exculpación se han bifurcado por nuevos senderos y vericuetos judiciales.

Hoy, la Audiencia de Palma ha mantenido la imputación contra la infanta Cristina por dos delitos fiscales, aunque aún está por ver si se sentará en el banquillo de los acusados. De momento, ha sido exculpada de blanqueo de capitales, quizá el delito más grave de los que se contemplaban en esta causa contra ella.

El tribunal ha dado la razón parcialmente al juez José Castro -quizá no sea más que por ofrecer una imagen de aparente independencia judicial- al considerar a la infanta cooperadora necesaria en dos delitos fiscales cometidos por su marido. No obstante, no está todo dicho y un nuevo escollo judicial surge en uno de los casos que más vericuetos procesales suma en este país.

fiscal Pedro HorrachResulta que Cristina de Borbón todavía podría eludir el banquillo de los acusados si se aplica la ‘doctrina Botín’, que en su día impidió juzgar al banquero por delito fiscal al pedirlo solo la acusación popular. En el ‘caso Nóos’, se da la misma situación con Manos Limpias y la infanta. De momento, y como no podía ser de otra manera en este caso, la Fiscalía ya ha anunciado que mantendrá su posición y pedirá el archivo de la causa para la infanta.

La acusación popular viene definida en el artículo 125 de la tan castigada y discutida Constitución española:  » Los ciudadanos podrán ejercer la acción popular y participar en la Administración de Justicia mediante la institución del Jurado, en la forma y con respecto a aquellos procesos penales que la ley determine, así como en los Tribunales consuetudinarios y tradicionales». Pero no nos hemos de quedar solo con estas líneas.

Se da la circunstancia de que se debe rebuscar en los baúles de la jurisprudencia, con sus decenas o centenares de interpretaciones, para observar que la acción popular en España sólo está permitida en los procesos penales, salvo en el caso de los delitos privados, y excluida del proceso penal militar.

Después, vemos que el Tribunal Supremo ha establecido más excepciones o matizaciones a la norma general y, he aquí la sorpresa, llegamos a un artilugio llamado «doctrina Botín». Y ¿qué dice dicha doctrina? En resumen, señala que en una imputación de fraude, por delitos contra la Hacienda Pública -los que se imputan a la infanta-, el perjudicado es el Estado, representado por la Abogacía del Estado, y en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público también actúa el ministerio público, la Fiscalía.

Y eso nos devuelve al nuevo nudo del asunto. La acusación contra Cristina de Borbón está respaldada, de momento, solo por una acusación popular, la del pseudo sindicato Manos Limpias. Ni la Abogacía del Estado ni la fiscalía apoyan la acusación. Al ser estos los perjudicados directos por el supuesto delito cometido y, en el caso de que pidan el archivo de la causa en lo que concierne a la acusación para la hermana del Rey, la infanta Cristina podría librarse de sentarse en el banquillo con la aplicación de la «doctrina Botín».

Y así fueron pasando los días, las semanas, los meses y los años… Y ya van ocho desde que se inició la causa.

El auto de la Audiencia Palma de Mallorca

500 años después, resucitan los Borgia. Cuando Jordi Pujol mira el espejo y ve a Alejandro VI

Si en la Edad Media hubieran existido diarios y las redes sociales, hubiera sucedido algo similar a lo que ocurre en la actualidad. Las portadas las hubiesen copado la familia Borgia (o Borja, que procedía de Valencia) y la Red se inundaría de tweets, facebook-mensajes y todo tipo de comentarios sobre las intrigas y conspiraciones de la familia Borgia para alcanzar la cima.

Pope_Alexander_ViUn columnista de la época llamado Maquiavelo hubiese publicado un artículo de opinión, en un diario opuesto a la línea del régimen, en el que se habría leído: “Alejandro VI no ha hecho otra cosa que engañar al mundo. Nadie ha dominado como él el arte de la pillería. Nadie ha confirmado sus promesas con juramentos más sagrados, pero tampoco nadie le ha dado nunca menos importancia a sus juramentos. Siempre ha conseguido abusar de las gentes porque nadie conocía mejor que él, el lado flaco de los hombres”.

Al calor de la vasta popularidad del personaje entre la ciudadanía como vicecanciller de Roma, a la que proporcionó un estado del bienestar, con su vigorosa administración de justicia, la reorganización administrativa y la mejora de las condiciones de vida de los romanos, se habrían publicado noticias sobre su carácter ambicioso pero también trabajador.

Pero, pasados unos años, en los que logró atesorar un inmenso poder, sus rivales –que los hubo y muchos- y algunos periodistas hubiesen puesto el foco en cómo lo logró. La Justicia, que él reorganizó, no se hubiese atrevido a actuar. “¡Es el Papa Borgia!, el representante de Dios en la tierra, y es un modelo de virtud para todos”, hubiese escrito un juez en el auto de archivo de la causa por la denuncia que un partido político hubiese interpuesto contra él, al tener sospechas de fraude y corrupción en la Vaticano.

Pero en la prensa independiente y la Red social medievales, las noticias y comentarios comenzarían a circular sin freno, si es que antes los Borgia no acababan por destruir a quien osara a cuestionar su poder y honor.

Y un periodista llamado Ludwig von Pastor hubiese escrito un editorial que hubiera rezado de la siguiente manera: “No afecta el valor intrínseco de una joya, ni la moneda de oro pierde su valor cuando pasa por unas manos sucias. Del sacerdote, como funcionario de una Iglesia santa, se espera una vida inmaculada, tanto porque por oficio él debe ser un modelo de virtud al que los laicos deben ver como ejemplo, como porque con su vida virtuosa puede inspirar a otros a respetar la sociedad de la cual él es un adorno. Aún el más elevado de los sacerdotes no puede disminuir ni en nada el valor intrínseco de los tesoros espirituales que se le han confiado”.

Luego, cuando su poder y gobierno comenzó a debilitarse, llegarían los primeros titulares: “Alejandro VI, envuelto en una trama de traicioneras relaciones”; “Borgia trama una alianza política conspirativa”… Y, finalmente, “Cuatro hijos de Borgia, sospechosos de maquinaciones para amasar dinero y poder”.

En la actualidad, cuando la prensa e Internet son una realidad, ¡gracias a Dios!, se publicó la llegada a la presidencia de la Generalitat de un tal Jordi Pujol, que había creado un partido político (CDC). Y la ciudadanía saludaba esa elección porque, durante años, trajo prosperidad a Catalunya, colaboró a la gobernabilidad del Estado español y a construir el Estado de las autonomías.

Transcurridos unos años, tras 23 años de gobierno casi incontestable (con tres mayorías absolutas y cuatro mayorías simples), alguien comenzó a preguntarse: ¿cómo lo logró? Y, echando mano de hemeroteca, ¡benditas hemerotecas!, más de uno recordó un caso llamado Banca Catalana, del que Jordi Pujol fue directivo en los años setenta. Y también recordaría como el caso cobró connotaciones políticas y se cerró en falso porque “no había suficientes indicios de delito, aunque la gestión fue imprudente e incluso desastrosa”.

Durante años se han sucedido noticias y comentarios sobre las extrañas alianzas de Pujol, pero se le ha respetado al ser considerado un modelo para la ciudadanía porque su infatigable trabajo y su “vida virtuosa puede inspirar a otros a respetar la sociedad de la cual él es un adorno”.

Pero, en pleno debilitamiento del pujolismo, alguien también publicó: “Jordi Pujol (Alejandro VI, los Borgia) no ha hecho otra cosa que engañar al mundo. Nadie ha dominado como él el arte de la pillería. Nadie ha confirmado sus promesas con juramentos más sagrados, pero tampoco nadie le ha dado nunca menos importancia a sus juramentos. Siempre ha conseguido abusar de las gentes porque nadie conocía mejor que él, el lado flaco de los hombres”.

A partir de 2012 algunos medios de comunicación empezaron a publicar datos que apuntaban a la existencia de cuentas de Pujol en Suiza con dinero irregular. ¡No es posible. Es el president Pujol, un modelo para todos!, se dijeron muchos.

Y pronto, como en el caso de los Borgia, el foco informativo y de la red social se centró no solo en Jordi Pujol sino en varios de sus hijos: Jordi Pujol júnior, Oriol, Oleguer, Josep. Y hoy, alguien recordaría en un artículo aquel titular de la Edad Media: “Cuatro hijos de Borgia, sospechosos de maquinaciones para amasar dinero y poder”.

José G. Bergillos

Abogado, que un día escribió “Jordi Pujol, el Papa Borgia moderno”

¿Y todo esto para qué, señor Mas ?

mas pensativo

Patético y cansino el espectáculo acontecido en Catalunya. Tanta pompa y boato
independentista y, la pregunta asalta implacable: ¿y todo esto para qué? Hartazgo de la ciudadanía, catalanes y españolas, y hastío por tanta presencia mediática de Artur Mas, con sus insostenibles disquisiciones leguleyas que ni él se creyó. Impostó. Él lo sabe. Se detectaba. Los catalanes son pragmáticos, inteligentes, tienen “seny” y lo han demostrado históricamente. Mi admiración por ellos la explicito aquí. ¿Qué ha pasado? ¡Lo que llega a conseguir la propaganda y la falsedad histórica! ¡Qué manipulación tan perversa de sentimientos! ¿Quién escribió el guión? La inteligencia duda y pregunta. Y ahora la perplejidad en la resaca post-show independentista se apodera tras el fasto pomposo.

¿Qué explicación encontramos a todo esto? ¿Motivos freudianos? ¿Razones ocultas? Un patriota auténtico, de armas tomar, no retrocede tan rápido. ¿Hay algo más? ¡Vaya usted a saber! Los indescifrables y retorcidos enigmas del poder. ¿Qué se incendia y qué se apaga a cada paso del clandestino negociar: ¿la Ley? ¿Sólo eso? ¿Qué pasó? ¿Lo sabremos algún día?.

Se bajó ya el telón. Ya no se habla de Jordi Pujol, del ex-president. ¿Se acabó todo? ¿Coincidencia? ¿Habrá segunda temporada de esta serie de crónica negra? Desde la desinformación, obviamente, sólo podemos preguntar. Especular. Quizás deducir, aunque sólo sea un poco. Imaginar, mucho. Y quizás acertadamente. ¡Se bajó el telón! Ahora toca el pausado rito funerario para poner todo en orden tras la devastación.

¡Lástima!. Vuelta al silencio. Con algunos ecos residuales y estériles. Después de toda esta efervescencia mediática y despilfarro económico mayúsculo, -en estos tiempos de crisis y crueldad económica-, ¡aterrizaje forzoso a la realidad cotidiana!. A esconder las banderolas. Y a recordar la fiesta embriagadora. ¡Siempre nos quedará el recuerdo,  Artur !

¡Vuelta a la normalidad!. ¿Qué ha cambiado en nuestro futuro individual y colectivo? ¡Nada!. La pretenciosa algarada de banderas y manifestaciones no ha cambiado ni un ápice nuestras vidas cotidianas. Tenemos que ir a trabajar, comprar en el supermercado, llevar a nuestros hijos al colegio, acudir al trabajo (si lo tenemos), pagar nuestras hipotecas etc.

Sólo un loco persigue lo imposible, dicen. Y añado: ¿o un desesperado? ¿A qué teme o temen? Todos proclaman: ¡Artur Mas un cadáver político!. ¡La muerte política de Artur Mas! Esa es una muy simple explicación. Por previsible y evidente. Yo creo que es un “superviviente” al yugo de la amenaza que se cernía sobre él y alguien más y que este final es el resultado de su mejor actuación negociadora con el innombrable Estado español. ¿Pero sólo suya?.

En fin, cosas del poder y de su irresistible fascinación. Y de mis cuitas en mi Andalucía. Es hora y ha llegado el momento de la firmeza constitucional e inteligente del Estado para conjurar para siempre los demonios históricos de España.

¿Hasta cuándo, Sr. Artur Mas, abusará de nuestra paciencia?

imagen64937gLos esperpénticos hechos se suceden guionizados y publicitados, con toda la propaganda que la era digital potencia hasta el último rincón del planeta, creando una confusa apariencia de opresión de Catalunya. La batalla mediática -es un hecho incuestionable-, la han ganado los catalanistas-independentistas. De momento.

Tras la infame e inmoral comparecencia de Jordi Pujol ante el Parlament de Catalunya, negando una evidencia que hiere los sentidos, ahora “su hijo político” escenifica y protagoniza mesiánicamente un inaudito acto de deslealtad constitucional e institucional. Un auténtico desafío, con pompa y liturgia institucional y mediática, al Estado Democrático y de Derecho de España.

En el caso de Pujol, podríamos trazar el paralelismo histórico con Alejandro Sexto: “el Papa Borgia de Catalunya. La primera familia del crimen” (supuesto enriquecimiento de la familia al calor del poder); ahora, el paralelismo histórico nos traslada al escenario creado por Catilina en la antigua Roma.

Catilina, derrotado en su elección como cónsul, después de ser desvelada y reprimida una conjura por él encabezada para dar un golpe de Estado, intentó asegurarse su elección mediante sobornos. Incluso había planeado matar a los senadores y al propio Cicerón y, descubierto, organiza un ejército para tomar el poder por la fuerza, despreciando las reglas de juego que las leyes de la República romana establecían.

Obviamente, no imputamos a Artur Mas los mismos hechos. Sólo pretendemos acercarnos a un método ilegal  de hacerse con el poder: en pleno siglo XXI utiliza un burdo maquillaje jurídico como falsaria legitimidad de su conducta secesionista. Mediante una maniobra manifiestamente ilegal, a sabiendas, se conjura con Esquerra Republicana y otros partidos políticos para subvertir el orden constitucional de España con apariencia de  legitimidad democrática.

Es conocido el final de Catilina: su fracaso. ¿Cuál será el recorrido político y público de Artur Mas? Lo escribe un ciudadano español que vivió en Barcelona 30 años y que se autoexilió a Andalucía, sus orígenes, ante la deriva asfixiante del catalanismo.

José García Bergillos.